Mi madre, Paqui, como muchas otras víctimas de esta cruel pandemia, se ha ido antes de tiempo. Una muerte injusta desde el momento del contagio hasta el desenlace. Síntomas confusos que en unos días no nos hicieron sospechar de que el virus ya la había atrapado: una gastroenteritis que parecía que no ir bien del todo, aturdimiento y confusión … Así que fue el lunes 23 de marzo cuando la sospecha de un ictus leve me hizo llamar al 112. Tras el examen del médico: fiebre y baja saturación de oxígeno. Tenía que irse al hospital.
La última imagen de mi madre es la de una mujer confusa, ojos perdidos, desorientada y que no sabía dónde la llevaban. Esa imagen me perseguirá toda mi vida. Ya en el hospital nos dijeron que tenía neumonía bilateral y un par de días después vino el diagnóstico: Covid-19. Ella, con 77 años, sólo había estado ingresada para dar a luz a sus tres hijos, no recuerdo la última vez que tuvo que tomar antibióticos, 15 días antes había recogido la analítica de un chequeo que decía que estaba perfecta…
Mi madre estuvo 8 días ingresada hasta que la mañana del día 31 de marzo recibí la terrible llamada. Desde ese momento tenemos una familia destrozada. Porque sabemos que no se hicieron las cosas bien, porque su edad en el triaje de los hospitales en esos días fue un impedimento para acceder a la UCI y a otro tipo de tratamiento. Por la saturación de los hospitales se le dio la espalda y en un estado de derecho eso es inadmisible. Alguien debe hacerse responsable por no haberse tomado medidas antes. Hay estudios que dicen que un 60 por ciento de las víctimas estarían con nosotros. Lucharemos por demostrar que todo se ha hecho mal y deben asumirse responsabilidades. No se trata de venganza. Queremos justicia.
El dos de febrero nos habíamos juntado en un restaurante para celebrar el 80 cumpleaños de mi padre. Esta es nuestra última foto familiar. Dos meses después, como por arte de magia, faltaba la pieza clave de nuestro puzle familiar: la persona que se desvivía por todos, la que siempre estaba la primera, la que nos ayudaba con un amor incondicional, el motor de muestras vidas. Y se fue dejando un vacío que nunca nadie podrá llenar.
Te queremos mamá. Siempre estarás en nuestra vida. Todo lo que nos diste y la gran pena de no tenerte con nosotros por más tiempo.
Mª del Pilar Navarro Arévalo
Ciudad Real
(hija de una fallecida por coronavirus)
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