Cuando se decretó el estado de alarma mi padre se encontraba ingresado, un ingreso largo.

La situación clínica de mi padre era muy delicada. Tenía colocada una sonda vesical que había sido fuente de multitud de complicaciones, algunas de ellas graves.

Como una parte significativa del ingreso mi padre había estado encamado y no se había podido alimentar bien, se había producido una gran pérdida de masa muscular y se encontraba muy débil; la suma de estas dos cosas provocaba en mi padre problemas de movilidad y de deglución.

Además, a esta situación se sumaban problemas óseos en algunas vertebras, que le causaban fuertes dolores cada vez que intentaba moverse.

Pero por fortuna, el tiempo ingresado había tenido un beneficio, el personal de planta había logrado conocer al milímetro su situación y los cuidados precisos que necesitaba para evitar complicaciones, dándole de esta forma la tregua que tanto necesitaba para comenzar a remontar.

Mi padre estaba recobrado fuerzas, podía comer cada vez más sólido, y había comenzado un programa de rehabilitación. Su objetivo era recobrar musculatura y movilidad, y mejorar el estado físico para poder evaluar siguientes pasos de su recuperación.

Hacía mes y medio se había tenido que cancelar la operación que necesitaba para poder salir de la situación en la que se encontraba. Tras las últimas complicaciones su situación clínica no era la apropiada para la operación. Pero ahora estaba progresando, por lo que su mayor prioridad era progresar lo suficiente para optar a soluciones.

En este punto se declara el estado de alarma … y el caos y descontrol se apodera de todo y todos.

La primera reacción por parte de sus médicos fue plantearnos darle de alta.

Tanto mi padre como nosotros nos negamos. Darle de alta le dejaba sin opciones, además de que por experiencia previa teníamos la seguridad de que, sin los cuidados precisos y especializados, estaba asegurado al 100% que surgirían complicaciones que pusieran de nuevo en riesgo su vida.

Lo hablamos e intentamos razonar con sus médicos. Ellos no podían hacer nada.

Informamos a Atención al Paciente de la situación, nuestros argumentos y postura. Solicitamos un Informe Médico completo, nuestra intención era ejercer el derecho a segunda opinión para poder verificar si en la situación clínica de mi padre procedía un alta.

Propusieron entonces enviarle a un hospital intermedio.

Aceptamos, siempre y cuando se le pudieran ofrecer los medios y cuidados que recibía actualmente. Nos dijeron que así sería.

Nos quedamos a la espera de la búsqueda del hospital intermedio.

Comenzaron entonces los traslados de habitación en habitación del hospital.

Todos estábamos confinados sin poder salir de nuestras casas, ni mantener contacto con otras personas para evitar contagios, pero mi padre viajaba en una camilla cada día de una planta a otra, a una nueva habitación nueva, y con un compañero y personal nuevo.

Los cuidados ya no eran ni tan especializados, ni tan particularizados.

Comenzaron las complicaciones y retorno el dolor a todas horas.

Mi padre no aguantaba más de 1 o 2 horas levantado en un sofá, debido a sus lesiones de espalda, y la falta de musculatura, el dolor era insoportable.

Le levantaban cada día, y pasaba horas y horas en el sofá. La mesa quedaba fuera de su alcance, allí tenía el móvil, el agua, el llamador de las enfermeras, … quedaba aislado de cualquier opción de avisar o solicitar ayuda.

Derivado de todo esto el contacto y comunicación con él fue desapareciendo.

Hasta entonces cada día le visitábamos, hablábamos por teléfono varias veces al día, y nos escribíamos mensajes constantemente por WhatsApp.

Perdimos el contacto que hasta entones teníamos, ya no podíamos verle, y al no tener siempre accesible su móvil, ya no podía prácticamente contestar nuestras llamadas, ni llamarnos, ni hablar con nosotros por Whatsapp.

A través de la centralita del hospital tenían prohibidas pasar llamadas al control de enfermería, y mi padre no podía coger el teléfono de la habitación al no poder levantarse.

Tres o 4 días después de iniciar los traslados, nos comunicaron que no podían esperar. Mientras salía una plaza en un hospital intermedio le iban a enviar a otras instalaciones hospitalarias.

Estas otras instalaciones hospitalarias resultaron ser una Residencia Medicalizada improvisada. Habían alquilado un local a la ONCE y lo iban a arreglar para poder ofrecer el servicio.

Presentamos reclamación a Atención al Paciente negándonos, y reiteramos la solicitud del informe médico.

Rechazaron la reclamación ponían un plazo para el traslado. Para evitarlo había que reclamar al juez de guardia.

Antes de que pudiéramos lograr contactar con mi padre para informarle y poder presentar reclamación ante el juez de guardia, un operario de ambulancia se presentó en su habitación para llevárselo.

Mi padre informó al operario que estaba pendiente de una reclamación, que quería llamar a sus hijos. Este le contesto, insistiendo mientras recogía sus cosas y se lo llevaba, que sus hijos estaban conformes y le esperaban en destino.

En destino la situación cayó empicado, ni médicos especializados en las problemáticas de mi padre, ni medios, ni logística.

Los cuidados de la sonda desaparecieron completamente.

La bolsa de la sonda la dejaban tirada en el suelo o encima de la cama, sin las adecuadas medidas de higiene y relación de posición respecto al cuerpo. No tenían colgador para la bolsa.

Por los problemas de deglución, para evitar trasvases al pulmón, mi padre debía comer en una determinada posición y un determinado tipo de comida, papillas no excesivamente espesas, y lácteos tipo yogures y flanes.

No había mesa para poder colocar la comida y el agua. El mando de la cama no se qué problema tenía, pues mi padre decía que mandó había pero no para esa cams, que no le permitía ajustar la posición como el necesitaba y podía en el hospital.

Las papillas las entregaban frías y compactas, una pasta que mi padre era incapaz de tragar, … lo intento, pero se queda atorada en la garganta decía.

No había yogures ni nada similar que requiriera refrigeración.

Derivado de todo esto mi padre prácticamente no tenía posibilidad de alimentarse.

Pedimos reiteradamente ocuparnos de comprar todo lo que hiciera falta: mesa, colgador para la bolsa de orina, nevera, microondas. Insistíamos en que queríamos hacer todo lo que hiciera falta para que mi padre tuviera unas condiciones mínimas, y continuamos con nuestras reclamaciones a Atención al Paciente.

Estábamos atados de pies y manos. No nos permitieron comprarle ninguna de esas cosas, insistían en que lo solucionarían de forma inmediata cada día.

Nada más entrar mi padre presentaba diarrea, para la que nadie daba explicación ni tratamiento.

A los dos días de estar allí nos informaron que unas pruebas rutinarias mi padre había dado positivo en Covid19, que era asintomático.

Insistimos en que le trasladaran de vuelta al hospital. Indicaron que no procedía, pues la mayor probabilidad es que continuara asintomático, y que habría tiempo de sobra en caso de presentar síntomas.

Pedimos test de confirmación previo a trasladar a área de pacientes Covid19, caso omiso.

Dos días después, al dar las buenas noches a mi padre no contesto, pensé que se habría dormido pronto. Por la mañana seguía sin contestar. Llamé preocupada, ahora le avisamos me dijeron.

Al rato llamaron a mi hermano por teléfono informando que salían para el hospital con mi padre en estado crítico, … dijeron algo sobre un trasvase de alimento al pulmón.

Una vez en el hospital me permitieron entrar a verle, ya que asumían que iba a morir.

Al entrar estaba sedado, le habían puesto morfina. Su respiración era profunda, pero sin dificultad, ni ruidos, ni toses. Me extraño, pues cuando en el pasado tuvo un trasvase al pulmón la respiración era dificultosa y ruidosa.

Le tomaron la tensión y la tenía muy bajita.

Solicité que tomaran medidas para tratar de subir la tensión.

Informé que mi padre ya había sufrido episodios de hipotensión, con la taquicardia asociada. Mi padre al estar encamado y débil tenía tendencia a la tensión baja, y con determinados analgésicos le bajaba aún más provocando hipotensión.

Informé que siempre se lo trataban con suero por vena, e incorporaban mucho la cama, y que mi padre reaccionaba muy bien a ese tratamiento, que remontaba rápidamente.

Me preocupé porque le habían puesto morfina, por si eso podía haber empeorado la situación de la tensión, me dijeron que no.

La bolsa de la sonda estaba tirada en el suero, tenía un poco de hematuria y no le habían puesto el suero de lavado que tenía prescrito, pregunte por qué.

Y todo lo que les indiqué para subir la tensión consideraron no procedía. Y el suero, bueno, vale, si podemos ponerlo. El rato que estuve no lo pusieron.

Solo insistían en que no le llevarían a la UCI.

Yo no les había pedido eso, solo les pedía que le trataran ese episodio de hipotensión y taquicardia.

Insistía en que yo ya había visto a mi padre así, y había visto también como le remontaban en planta con un tratamiento simple.

Les solicité que lucharan por la vida de mi padre, y ellos me dijeron que tenían pocas esperanzas, que asumían iba a morir.

Insistí que hicieran lo necesario, dijeron que eso hacían.

Al rato me pidieron que me fuera, que ya había estado más tiempo del debido.

Ni dos horas mas tarde llamaron informando el fallecimiento de mi padre.

Cuando logré acceder a los informes médicos no logré encontrar ni una triste placa de los pulmones de mi padre de ese día.

No se si no busqué bien, si se traspapelaron las pruebas, o que, … pero hoy por hoy no se que criterio se siguió para considerar que no había más opción que ponerle morfina.

Mar Colino García.